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jueves, 7 de noviembre de 2019

Reseña de "68", libro de Paco Ignacio Taibo II







1968 fue año de revueltas estudiantiles en muchos lugares, pero como nos recuerda Elena Poniatowska en su prólogo de 68 de Paco Ignacio Taibo II, la única ciudad en la que masacraron a cientos de personas fue México. El autor del libro, que con diecinueve años fue protagonista de los hechos, tenía tres cuadernos de notas sobre ellos que creía material para una novela, pero pronto se dio cuenta de que dar testimonio de aquello no toleraba ficción. Así nació la obra, que publicó Joaquín Mortiz en México en 1991 y fue recuperada por Traficantes de sueños en 2006, crónica de la brava singladura y el naufragio sangriento.


Son capítulos breves los que van construyendo el libro. En ellos sabemos cómo se gestó todo: “Vivíamos rodeados de la magia de la revolución cubana y la resistencia vietnamita” , pero también aturdidos por la muerte del Che, y ebrios de cine, música y poesía. Los protagonistas no superaban el círculo de una docena de escuelas y facultades universitarias, y militaban en todas las tendencias de la izquierda extrema, aunque no sabían mucho de la clase obrera real. Gentes que no veían la televisión, extranjeros en su país.

El 26 de julio, viernes, es cuando el movimiento estalla. Miles de jóvenes se manifiestan en las calles y son ferozmente golpeados por la policía. No es la primera vez que ocurre, pero se huele algo… Esa misma noche son arrestados dirigentes del PC. La semana siguiente, el paro se extiende por la universidad y se constituye un consejo de representantes de las facultades en huelga, que trata de ir gestando un programa con exigencias para la negociación. La lista de muertos por la brutalidad policial va creciendo y hay casi mil detenidos, mientras la prensa miente y voces amigas aconsejan prudencia. ¡Al carajo!

Hay encierros y ocupaciones policiales de facultades. El día 31, una manifestación de cien mil estudiantes con el rector al frente sale a la calle en defensa de la autonomía universitaria. Taibo nos relata su entusiasmo en un tiempo en que “no había noches ni días, sólo acciones, calle y vibraciones” . A primeros de agosto, los huelguistas elaboran un programa de seis puntos que exige sobre todo el cese de la represión y la depuración de sus responsabilidades. El movimiento es un monstruo sin cabezas visibles, incorruptible, capaz de prodigar manifestaciones de cientos de miles de personas, y la solidaridad crece en la sociedad con el apoyo de intelectuales y artistas. Se perciben en él tres tendencias: en la derecha están el rector y sectores del profesorado, piden autonomía universitaria y la libertad de los presos; centro e izquierda se distinguen por la audacia en los planteamientos de la segunda, que busca llevar el proceso más allá del ámbito estudiantil, y por su menor apego a la negociación.

En la manifestación del 27 de agosto, medio millón de personas elevan sus brazos a lo imposible: ocupan el Zócalo y exigen un diálogo público al presidente de la república. Serán desalojados por tanques horas más tarde. Miles de estudiantes rodean la cárcel de Lecumberri, donde estaban encerrados los presos políticos; gritan enfervorizados: “Los vamos a sacar” . En septiembre, la derecha del movimiento va claudicando, pero las asambleas ratifican la huelga. El entusiasmo se trasforma en resistencia y terquedad. Siguen cada día miles de mítines y manifestaciones a los que se suman otros sectores, mientras crece el número de detenidos. La estrategia del gobierno, incapaz por naturaleza de cualquier negociación, sólo puede ser la represión, y se espera un golpe, aunque nadie pensaba que sería tan brutal.

El 18 de septiembre, tanques y diez mil soldados con bayoneta calada asaltan las facultades. Hay seiscientos detenidos. Los días siguientes hay disparos del ejército, respuesta de molotovs y se prodigan los arrestos. Esas noches nadie duerme en su casa. El día 24, los militares toman a tiros el casco de Santo Tomás y por primera vez responden unas pocas pistolas y escopetas. El 30, el ejército devuelve las instalaciones universitarias, en la esperanza de que la huelga se levantaría, pero las asambleas votan su continuidad.

El 2 de octubre, las tropas atacan el mitin de Tlatelolco. La versión oficial habla de que los estudiantes empezaron a disparar, pero ya todo el mundo sabe que había entre ellos provocadores infiltrados, y que fueron las bengalas lanzadas desde un helicóptero militar las que dieron la señal para el comienzo del tiroteo sobre una muchedumbre indefensa que causó cientos de muertos. Muchos de los cadáveres no aparecieron nunca. Ese mismo día Taibo llega a Madrid de madrugada, obligado por su padre a abandonar el país. Seguramente le salvó la vida, pero tardó años en perdonárselo. En dos días regresa a México.

Tras la masacre las masas quedan contenidas y se impone una tregua que dura hasta que acaban las olimpiadas. A finales de octubre, surgen tres demandas incontenibles: libertad de los presos, devolución de las escuelas, cese de la represión. La huelga es ratificada tercamente a primeros de noviembre, pero dura sólo un mes más. El proceso se agota. Taibo nos narra el sordo hastío de aquellos días sin luz. Del movimiento estudiantil nace una guerrilla urbana que será ferozmente combatida, y también intentos de nuevas luchas políticas, buscando marcos más amplios, que resultaron tremendamente infructuosos.

68 es un homenaje de su autor a todos sus compañeros de aquellos días, recordados generosamente. Lírico y nostálgico, se enfrenta a su propia juventud, a la que le tocó atravesar un vórtice de la historia, a su despertar y su entusiasmo. El movimiento tenía la profundidad de la solidaridad, la discusión horizontal y la construcción democrática, pero estaba limitado al medio estudiantil: “Necesitábamos tiempo para ser mexicanos reales del todo” .
Taibo nos habla de la masacre como evento fundacional, forjador de un alma colectiva insobornable, descenso a los infiernos, pero también la contempla como un episodio más de una interminable historia de luchas, explosiones de un pueblo que soporta lo indecible, pero no llega nunca a doblegarse del todo.



martes, 5 de noviembre de 2019

La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska

Este vídeo narra de manera resumida el contenido
del libro, La noche de Tlatelolco, de la escritora
mexicana Elena Poniatowska, quien recoge el 
testimonio de personas que vivenciaron el hecho
en cuestión.

Esta es una selección especial de fotos recopiladas sobre el hecho ocurrido la noche del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, Ciudad de México.


Los asistentes al mitin comenzaron a 
llegar desde muy temprano.
Muchos fueron los detenidos.
La acción del ejercito como aparato represivo
del gobierno en turno.
Se hablan de muchos casos de tortura durante
todo el movimiento.
La violación de los derechos humanos fue pilar
para la ejecución de todas las ordenes que 
tenía que seguir el ejercito mexicano.
La fuerza bruta la medida cautelar.
Muchos de los involucrados no volvieron a
ver a sus sus familiares.
Redadas masivas al rededor de Tlatelolco.
Se dice que el número de muertos asciende a miles.
Las morgues de la Ciudad de México no se daban abasto.
Éste eral el "diálogo" que existió en el 68.
El pueblo matando al pueblo.

imagenes ineditas.

jueves, 31 de octubre de 2019

Hemos sido tolerantes, hasta excesos criticables.





“Hemos sido tolerantes, hasta excesos criticables; pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo […] México entero sabe que cuando el Ejército interviene es para salvaguardar la tranquilidad, no para oprimir al pueblo.”
Con esas palabras, el presidente Gustavo Díaz Ordaz advirtió lo que vendría. Era el primero de septiembre de 1968, y durante la presentación de su cuarto Informe de Gobierno ante el Congreso de la Unión, el mandatario hizo una larga alocución para referirse a la efervecencia del movimiento ­estudiantil.
La juventud se atrevió a rebelarse ante el autoritarismo, a hablarle de tú al gobierno. Exigió diálogo público. Se arriesgó a tomar las calles, a enfrentarse a policías y militares, a no temerle a sus tanques. Públicamente confrontó a la figura presidencial, a la que incluso lanzó insultos y endilgó motes, como La Changa.
Díaz Ordaz lo aprovechó bien, era su día, lo que por décadas se conoció como el día del presidente. No había mejor foro: un recinto colmado de abyectos legisladores y gobernadores (todos de su partido, el Revolucionario Institucional), además de invitados. Eran días de una institucionalidad férrea, cuadrarse –aunque se estuviera en desacuerdo– con la palabra del señor Presidente.
El mensaje fue claro, el mandatario rechazó que se hubiera violado la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se dijo promotor de la del Politécnico, calificó al movimiento estudiantil de libertino y dijo que buscaba presionar de manera ilegítima al gobierno.
Desde las esferas del poder se intentaba desacreditar la movilización estudiantil. En cada oportunidad que tenían, el presidente y sus hombres lo calificaban de una imitación extralógica de otros movimientos, como los de Berlín y París. Acusaban a los estudiantes de intentar provocar una revolución socialista en México frente a un Estado democrático y revolucionario que busca por medios pacíficos el desarrollo económico y social del pueblo.
El movimiento estudiantil persistía en su demanda de que el diálogo fuera público. Frente a las agresiones gubernamentales y la presencia de militares y tanques en las inmediaciones de sus escuelas convocaron a una manifestación que pasaría a la historia: la Marcha del Silencio, el 13 de septiembre.
Septiembre
Domingo primero. Cuarto Informe de Gustavo Díaz Ordaz. Al referirse al movimiento, señala que existe la intervención de manos no estudiantiles, visibles fuerzas internas y externas [...] Defenderé los principios más caros, arrostro las consecuencias. No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario.
Lunes 2. El Consejo Nacional de Huelga (CNH) declara: Nosotros no vamos a dialogar con la presión de los tanques y las bayonetas encima de nosotros. Retiren los tanques de las calles, retiren el Ejército de la calle, y entonces públicamente estaremos dispuestos a debatir, antes no.






Martes 3. El CNH responde en un manifiesto público a lo planteado por el presidente en su Informe: Negamos que por nuestra parte existan presiones ilegítimas hacia el gobierno; pero la falta de respuesta a una demanda lleva necesariamente a la acción popular; única vía que queda abierta ante un régimen sordo y mudo. Ratifica además su demanda de diálogo público.
Viernes 6. El gobierno propone diálogo público, pero sin ­exhibicionismo.
Sábado 7. En rechazo a la propuesta oficial, el CNH responde con un mitin en Tlatelolco, al que se suman 25 mil personas.
Lunes 9. El rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, hace un llamado a la comunidad para volver a clases sin renunciar a los fines del movimiento. Es necesario y urgente el retorno a la normalidad.
Apoyo incondicional
Martes 10. El Senado da su apoyo incondicional al presidente Díaz Ordaz para que disponga del Ejército, la aviación y la Marina, en defensa de la seguridad interna y externa de México cuando sea preciso. En asambleas, los estudiantes deciden continuar con la huelga.
Jueves 12. Desde helicópteros que sobrevuelan la ciudad se dejan caer volantes firmados por supuestas uniones y sociedades de padres de familia de la Universidad Nacional y el Politécnico, en los que se recomienda a los padres de familia impedir que sus hijos participaran en la manifestación silenciosa, porque serían enfrentados con el Ejército.
Viernes 13. Se celebra la Manifestación del Silencio que parte del Museo Nacional de Antropología, recorre Paseo de la Reforma y llega al Zócalo. Se calcula que participan 250 mil personas, quienes en completo silencio cubren el recorrido. Portan carteles y cubrebocas en rechazo a los calificativos –lanzados por el gobierno y sus aliados– de provocadores y revoltosos. Un volante repartido por los jóvenes enfatiza que el silencio es más elocuente que las palabras que acallaron las bayonetas. Aún está fresco el recuerdo de los tanques y los soldados que a bayoneta calada desalojaron a más de 3 mil estudiantes del Zócalo y de la zona aledaña a Palacio Nacional, la madrugada del 28 de agosto.
Domingo 15. El ingeniero Heberto Castillo, de la Coalición de Maestros y gran luchador social, da el Grito de Independencia en Ciudad Universitaria. Durante la ceremonia en el Zócalo, los asistentes propinan una severa rechifla al presidente Díaz Ordaz.
Días después vendrían dos tremendos golpes al movimiento: la toma del Ejército de CU y del Casco de Santo Tomás.